19. Sobre competencias y personalidades del tutor
Para mi, lo que caracteriza a un buen docente es la capacidad de este para hacer llegar la información de manera eficaz a sus alumnos. Esto no es tarea fácil, y conlleva la puesta en práctica de muchas virtudes, así como el dominio previo de destrezas que no tienen por qué ser innatas a él o ella. El carácter es esencial, en cuanto a cómo se relaciona con sus alumnos. No tiene por qué ser dicharachero ni tener don de gentes, pero sí la suficiente empatía (¡y simpatía!) como para poder leer la sala y actuar en consecuencia. Esto es algo que, admito, puede llegar a ser agotador. El docente necesita desarrollar ese "quick wit" que hace que tenga respuestas lo más rápidas, relevantes y adecuadas posibles a cualquier tipo de situación que se le presente en el aula, ya sea la falta de disciplina de un alumno o la pregunta curiosa de otro. El buen docente debería saber responder de manera adecuada a estas situaciones obviamente, esto requiere tiempo y experiencia, y uno no puede esperar que todos los profesionales lleguen a ser maestros de la improvisación.
Pero un buen comunicador no brilla solo por sus capacidades de improvisación, no. De hecho, he empezado por el que podría llamarse "the icing on the cake", la virtud que no por menos importante, siempre es bienvenida. Un buen docente trae hecho el trabajo de casa, es decir, se prepara la lección. Suena evidente, pero es un aspecto de la profesión al que no se le debería de quitar ojo. No solo me refiero a preparar el guión de la clase, sino a tener en cuenta las necesidades del grupo, el tiempo disponible y la densidad de los contenidos, para así confeccionar la lección de la mejor manera posible. Pase lo que pased después (eso es problema del antes mencionado "quick wit" y la flexibilidad y adaptabilidad del docente, otras dos virtudes esenciales) el profesor tiene ese colchón en el que caer, los cimientos bien construidos.
Por último, la cualidad que media entre esta consideración teórica de la lección y la improvisación es la puesta en escena. Hay que cuidar no solo la voz (tono, volumen, ritmo...) sino el cuerpo al completo: la expresividad con manos, cabeza, cara, piernas, tronco... Todo esto forma un todo que le dice al alumno casi más que lo que se está verbalizando, y más importante: cómo debe tomárselo. El rétor vende su producto con todo el cuerpo. Si la mayor parte de la información que nos llega desde el mundo exterior a través de los sentidos lo hace a través de los ojos, tiene sentido que el buen profesor busque cuidar esta dimensión de su oficio.
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